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Una vída de Observación.

Los inicios de la observación

El viaje hacia una mayor comprensión del mundo a menudo comienza en etapas tempranas de la vida. Para mí, este proceso se inició de manera clara y reveladora a la edad de siete años. En ese momento, mi relación con mi hermano mayor estaba marcada por una dinámica de constante provocación y, a menudo, molestia mutua. Las interacciones entre nosotros no solo eran un reflejo de la típica rivalidad fraternal, sino que también se convirtieron en un terreno fértil para las lecciones de observación y autoconocimiento.

Recuerdo que había momentos en los que su manera de comportarse parecía diseñada para sacar lo peor de mí. Las palabras sarcásticas y las burlas, en ocasiones, resultaban difíciles de ignorar. Sin embargo, un día, mientras él intentaba provocarme una vez más, pensé "qué pasaría si cuando mi hermano me quiera molestar yo no le hago caso y no me molesto" y decidí reaccionar de manera distinta. En lugar de responder con la misma energía, opté por observar. Este giro en mi conducta no solo sorprendió a mi hermano, sino que también me brindó una nueva perspectiva sobre la situación. Empecé a notar detalles que antes habían pasado desapercibidos: la forma en que se expresaba, las emociones que lo guiaban y la esencia detrás de sus provocaciones.

Este momento fue trascendental; marcó el inicio de mi camino hacia una nueva forma de ver y entender el mundo que me rodeaba. A partir de entonces, mis reacciones se basaron menos en instintos y más en la observación consciente. Si bien mis emociones aún podían ser intensas, aprendí a darme un espacio para reflexionar antes de actuar. Esta práctica se extendió más allá de las interacciones con mi hermano, influyendo en mi manera de relacionarme con los demás y, más crucialmente, conmigo mismo. La observación se convirtió en una herramienta esencial en mi búsqueda de autocomprensión y conexión con el entorno.

Reflexiones sobre la reacción y la no reacción

La decisión de no reaccionar ante las provocaciones de un hermano puede parecer, en un primer momento, una muestra de debilidad. Sin embargo, al analizar el impacto de esta elección, se revela un camino significativo hacia la autocomprensión y el crecimiento personal. Al negarnos a entrar en una dinámica de reacciones emocionales, abrimos la puerta a una observación más detenida de nuestras propias emociones y pensamientos, así como de las acciones de los demás.

Elegir no reaccionar permite observar a nuestro hermano desde una nueva perspectiva. En lugar de centrarnos en el impulso de responder de forma defensiva o agresiva, la calma activa nos brinda la oportunidad de mirar detrás de sus intentos de molestia. Tal vez su comportamiento proviene de sus propias inseguridades o frustraciones, lo que, a su vez, fomenta una mayor empatía. Este enfoque reflexivo no solo transforma la interacción, sino que también ilumina aspectos de nuestra propia personalidad y reacciones. Al tomar tiempo para examinar nuestros sentimientos, descubrimos patrones que pueden haber pasado desapercibidos antes.

Además, la práctica de no reaccionar puede trasladarse a otros ámbitos de nuestra vida. En situaciones de estrés o conflicto en el trabajo, por ejemplo, un enfoque similar puede ayudarnos a evitar decisiones impulsivas. La meditación y la atención plena son herramientas útiles que se pueden integrar en esta práctica, fomentando el autocontrol y la claridad mental. A medida que se desarrolla esta habilidad, encontramos que la observación se convierte en una fuente de conocimiento, ayudándonos a responder de manera más consciente en lugar de reaccionar de forma automática. Este proceso de autoconocimiento enriquece nuestra experiencia de vida, promoviendo un crecimiento personal continuo.

El despertar de la energía interior

Años después de mi infancia, experimenté un momento transformador que cambió el rumbo de mi vida. Este evento, aunque difícil de describir en su totalidad, estuvo marcado por una descarga intensa de energía fluyendo a través de mí. Se sentía como si una fuerza vital, poderosa y vibrante, despertara de su letargo en lo más profundo de mi ser. Fue, sin duda, un despertar pleno de la energía del Ser pleno que soy, un punto de inflexión que significó mucho más que una simple experiencia; fue el inicio de un camino hacia la integración.

El momento concreto ocurrió durante una llamada telefónica, después de haber realizado una armonización en mí referente a una experiencia que tuve en mi adolescencia con mi abuelo. Una vez realizada esa armonización frecuencial en mí, empecé a notar una vibración sutil que recorría cada fibra de mi cuerpo. Era como si todas las partes de mí se unieran en armonía, elevándose hacia un estado superior de consciencia. Este despertar me permitió abrir mis sentidos de maneras que nunca había imaginado; cada sonido, cada olor y cada sensación se intensificaron profundamente, iluminando mi percepción de la realidad. A través de esta experiencia, comprendí la importancia de escuchar a mi cuerpo y de reconocer la energía que reside en mí.

El impacto de este despertar fue monumental en mi viaje personal y espiritual. No solo aumentó mi conexión conmigo mismo, sino que también enriqueció mi relación con el mundo que me rodeaba. Empecé a ver la vida con una nueva perspectiva, adoptando un enfoque más consciente y presente en mis interacciones diarias. Este florecimiento de la energía interior me impulsó a explorar prácticas que promueven el autoconocimiento, como la meditación y la atención plena, que se convirtieron en herramientas esenciales en mi desarrollo personal. Así, mi despertar transformó no solo mi percepción de mí mismo, sino también la manera en que me relacionaba con el universo en general.

La conexión con el ser pleno

La conexión con el 'ser pleno' es un concepto fundamental en el viaje hacia la autocomprensión, que cada individuo puede experimentar. Este estado del Ser representa un reconocimiento profundo y una aceptación de nuestra esencia auténtica. A lo largo de mi propia travesía, descubrí que este vínculo no solo revela las cualidades únicas que poseemos, sino que también nos permite vivir en armonía con nosotros mismos y el mundo que nos rodea.

Una de las cualidades más positivas que emergieron al conectar con mi Ser pleno fue la capacidad de resiliencia. Al permitirme ser vulnerable y auténtico, aprendí a enfrentar adversidades con una renovada perspectiva. Esta resiliencia, nacida desde la aceptación de quién soy, me ha brindado una fortaleza interior que antes no reconocía. Al fomentar esta conexión, he podido liberarme de las expectativas externas y vivir conforme a mis Ser y en la guía de todo lo que soy.

Además, la conexión con el Ser pleno me ha llevado a descubrir en maneras incontables la Divinidad que soy y que somos al reconocernos y sobre todo al integrarnos plenamente en uno, aperturandome conscientemente al todo desde conocimientos que nunca antes tuve o adquirí y que con la misma certeza que uno puede ver el Sol y saber que quema, la información que requiero en aquellos momentos en los que por el compartir o por que así se requiere, se me comparten como si estuviese esa información dentro de mí desde que nací.

Para aquellos interesados en emprender su propio viaje hacia la autocomprensión, es esencial dedicar tiempo a la reflexión personal. Practicar la meditación, llevar un diario o incluso establecer espacios de silencio puede abrir puertas hacia la conexión con el Ser. La clave está en ser paciente y permisivo con uno mismo, aceptando que cada paso hacia esta conexión es un avance hacia una vida más auténtica y enriquecedora. La disposición a explorar nuestra propia esencia es el primer paso en esta profunda travesía y la clave para todo ello es LA OBSERVACIÓN DE TODO LO QUE SOMOS.

Me encantó la página, es sencilla y agradable. Refleja perfectamente lo que buscamos. Gracias por compartir tus conocimientos.

Pedro José Pérez

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